Reseña de ¿Cómo Europa subdesarrolló África? de Walter Rodney Parte 1/3

walterrodney2Reseña de ¿Cómo Europa subdesarrolló África? de Walter Rodney Parte 1/3 por Prairie Fire

(espanol.llco.org)

Walter Rodney fue un activista y un escritor influyente en los movimientos anti-imperialistas del Black Power y en el movimiento socialista en el mundo negro y en África. En 1980, Rodney fue asesinado en su país natal, Guyana, por un coche bomba a consecuencia de su participación en la política local. Probablemente, a Rodney se le recuerde hoy más como autor del muy influyente “¿Cómo Europa subdesarrolló África?” Publicado en 1972, el libro de Rodney se ha convertido en un clásico de la política económica de África y del subdesarrollo en general. Rodney tiene un lugar al lado de escritores como André Gunder-Frank, Samir Amin, Malcom Caldwell, Arghiri Emmanuel y de otros teóricos similares que han estudiado el imperialismo contemporáneo y el subdesarrollo. Esta tradición preludia el desarrollo del Maoísmo Tercermundismo. Aunque han transcurrido casi cuatro décadas desde su publicación, el libro es de lectura obligatoria para quienes quieran entender cómo la riqueza de los países del Primer Mundo es el resultado de la pobreza de los países del Tercer Mundo. El trabajo de Rodney es un importante precursor de la política económica del movimiento Luces Guiadoras.

África antes del primer contacto europeo en gran escala

El imperialismo no consiste solo en ejércitos, mano de obra y oro. El imperialismo tiene una dimensión cultural. Cuando una parte del mundo oprime sistemáticamente a otra, ello no cambia solamente la estructura material de esas sociedades, sino que también afecta a su cultura. Se trata de un caso patente de dialéctica del señor y del esclavo. Los opresores, en esa relación, tienen necesidad de verse a sí mismos y a sus víctimas de un modo distinto a como son realmente. Para justificar sus actos inhumanos, los imperialistas deben elaborar narrativas que no los presenten como villanos. Para lograrlo, los imperialistas a menudo nos muestran a África como una jungla incivilizada antes del primer contacto masivo con los europeos en el siglo XV. Retratan a los africanos como recién salidos de la selva, como seres próximos a los animales salvajes, a los simios.
La versión más extrema de esta narrativa racista no solo exonera a los esclavistas europeos, sino que los convierte en héroes. Los esclavistas domestican a los simios y los convierten en hombres, o al menos en dos tercios de hombre. Las plantaciones no eran algo similar a los campos de concentración. Por el contrario, la plantación era una gran familia feliz. El amo era amable y paternal con sus “niños” oscuros. Esa es la mentira, el mito del Sur gentil. Algunos incluso han protestado que los negros no solo no merecen reparaciones, sino que, antes bien, deberían estar agradecidos a los Estados Unidos por haberlos salvado de la eterna noche africana. Este tipo de narrativa, y otras parecidas o más sutiles, descansan en el mito de que África se encontraba en una situación de atraso irremediable antes del contacto en gran escala con los europeos. Rodney refuta completamente este mito. Demuestra que África tenía una larga y rica tradición de civilización antes del contacto con Europa. Aunque el desarrollo africano no era igual que el europeo, África se había estado desarrollando satisfactoriamente:

“África en el siglo XVI no era simplemente una mescolanza de “tribus”. Había un patrón y había movimiento histórico. Sociedades como Etiopía y el Egipto feudales se encontraban en el punto más avanzado del proceso evolutivo de su desarrollo. Los estados de Zimbabwe y Bachwezi también estaban claramente alzándose por encima de la etapa del comunalismo, pero en un estadio de desarrollo inferior al de los Estados feudales y de unos pocos que todavía no eran feudales como los de Sudán occidental.”

Rodney afirma:

“Se puede decir que la mayor parte de las sociedades africanas no habían alcanzado un nuevo estadio, marcadamente distinto del comunalismo”

Algunos de los primeros viajeros europeos a África quedaban a menudo impresionados por lo que veían. Rodney cita a un temprano viajero holandés que visitó Benin.

“Las ciudades parecen muy grandes. Cuando se entra en ellas, se va por una gran calle amplia, no pavimentada, que parece siete u ocho veces más ancha que Warmoes en Amsterdam…

El palacio del rey es una colección de edificios que ocupa tanto espacio como la ciudad de Harlem, y está rodeada por muros. Hay numerosos apartamentos para los ministros del príncipe y hermosas galerías, la mayor parte de las cuales son tan grandes como las de la Bolsa de Amsterdam. Se apoyan en pilares de madera revestidos de cobre, donde se representan sus victorias, y se mantienen escrupulosamente limpias.

La ciudad se compone de 30 calles principales, muy derechas y de 120 pies de anchura (40 metros), además de un sinfín de pequeñas calles que las cortan. Las casas se alzan cerca unas de otras, dispuestas en buen orden. Esa gente no es inferior en ningún modo a los holandeses en lo que toca a la limpieza…” (69)

Obviamente, también hay grandes diferencias entre Holanda y África. Sin embargo, es puro racismo retratar a África como bárbara o incivilizada antes del contacto europeo en gran escala. Estas concepciones racistas no tienen ningún fundamento real. Son parte de una narrativa compleja, en evolución y, a menudo, contradictoria que se ha usado durante cientos de años para justificar el saqueo y la explotación de África por los europeos y otros imperialistas. Cuentos similares se han utilizado para justificar la conquista imperial de las Américas y de Asia.

Al tiempo que señala los logros tempranos de África, Rodney no menosprecia las diferencias entre Europa occidental y África. Rodney no exagera el desarrollo de África previo al siglo XV. Rodney no podría estar más lejos de muchos afrocentristas que falsifican locamente la historia para reivindicar virtualmente a África como el centro de todos los grandes avances. Rodney es un científico, no un cuentista ni un muñidor de mitos. Es parte de la tradición marxista. Él no romantiza el África postcolonial. Rodney no es un utópico que añora el regreso a una “edad de oro” que nunca existió. Rodney pone de manifiesto que las sociedades africanas tenían sus propias contradicciones y distribuciones de poder.

Metafísica imperialista y productivista

En el Manifiesto, Karl Marx describe el desarrollo de la sociedad europea occidental, y del mundo, como una marcha desde el comunismo primitivo a la sociedad esclavista, al feudalismo y al capitalismo. Aunque en otros escritos Marx a veces postuló otros modos de producción, como el “modo asiático”, algunos sostienen que esta marcha, este patrón de desarrollo es inevitable y universal. A menudo tales afirmaciones se hacen con poca base en investigaciones concretas sobre las particularidades del desarrollo, especialmente fuera de Europa. Con frecuencia tal perspectiva sirve a los llamados marxistas que disculpan o que incluso se ponen de parte del imperialismo. Desafortunadamente, estos farsantes encuentran algo de apoyo para sus puntos de vista reaccionarios en ciertos aspectos de la tradición marxista, especialmente en obras que sobrestiman el papel del desarrollo de las fuerzas productivas como motor de la historia. Ciertos aspectos de esa tradición fueron criticados por los maoístas, a la cual daban el nombre de teoría de las fuerzas productivas, una teoría revisionista.

Los primermundistas, chovinistas y racistas a menudo aseguran que el imperialismo, a pesar de sí mismo, es bueno para las regiones atrasadas del mundo porque les lleva tecnología, sirve para modernizar y barre los primitivos grilletes feudales que impiden el desarrollo. De esa manera, invocan a Marx para hacerse eco de la narrativa de los esclavistas. Este modo de pensamiento revisionista es común, en grado variable, entre un gran número de políticos revisionistas, desde Kautsky, Trotsky y Krushschev hasta Liu Shaoqi y Den Xiaoping. A veces se le encuentra, aunque en menor grado, entre marxistas que forman parte de la tradición revolucionaria. Adhiriéndose dogmáticamente a tal esquema eurocéntrico y teleológico, se convierte uno fácilmente en un apologista o en un abierto defensor del imperialismo. Este imperialismo amable y marxistoide se conoce por el nombre de social-imperialismo. El social-imperialismo es una rasgo compartido, especialmente entre aquellos que ser reclaman trostskistas. No es ningún secreto que los actuales neo-conservadores tienen orígenes trotskistas. Incluso algunos maoístas del Primer Mundo han adoptado esta línea. Bill Warren, famoso por Bico y por los “Strange Times Maoists”, ha adoptado este punto de vista. Algunos de los miembros del ahora difunto RIM también lo hicieron así. Ese argumento defiende o, de algún modo, apunta a que: el imperialismo es positivo porque trae el capitalismo, y de ese modo abre la puerta a la posibilidad del socialismo. El imperialismo sería un agente de progreso en la historia, según esta teleología. Esta visión afirma que solo hay un camino al socialismo, el camino europeo a través del capitalismo al estilo europeo. Este tipo de revisionismo primermundista es especialmente no científico, considerando que los países “avanzados” del Primer Mundo, en Europa y en otras partes, no poseen nada ni remotamente próximo a un proletariado y nunca han experimentado nada ni siquiera cercano a una revolución socialista –a no ser que contemos la imposición de las democracias populares en Alemania oriental por el Ejército Rojo como una revolución. El Primer Mundo no debería considerarse desarrollado, sino parásito y mal desarrollado en cierto sentido. La realidad es que la revolución proletaria solo ha tenido lugar en lo que Lenin llamaba los “eslabones débiles” del sistema mundial. Esto es lo que Lenin quería decir cuando sostenía que el centro de la tormenta de la revolución mundial se dirigía hacia el este. De acuerdo con Lenin, Mao diría que el viento del este predomina sobre el viento del oeste. Y fue Lin Biao quien añadió que la causa entera de la revolución mundial dependía de los pueblos de África, Asia y América Latina. Rodney forma parte de ese pensamiento tercermundista emergente, él señala correctamente que África no encaja netamente en la teleología eurocéntrica que subyace a gran parte del primermundismo y del social-imperialismo:

“Lo mismo marxistas que no marxistas (con motivos distintos) han observado que la secuencia de modos de producción constatados en Europa no se reproducían en África. En África, después del estado comunal no hubo una época de esclavitud que surgiese de una evolución interna. Ni tampoco hubo un modo de producción que fuese una réplica del feudalismo europeo… El supuesto subyacente a este estudio es que la mayor parte de las sociedades africanas antes del 1500 se encontraban en una etapa de transición entre la práctica de la agricultura (y de la pesca y cría de ganado) en comunidades familiares y la práctica de las mismas actividades dentro de estados y sociedades comparables al feudalismo.”

Esto no quiere decir que no se encuentren tendencias y patrones reales en el desarrollo social. Y un cierto desarrollo social presupone que ciertas condiciones existen. No es posible saltar sin más al comunismo o, incluso, al socialismo. La investigación que Rodney hace del desarrollo africano nos enseña que la complejidad del mundo real a menudo escapa a las simplificaciones vulgares. Sin embargo, Rodney no acaba en el idealismo o utopismo anarquista, o en un escepticismo epistemológico. En este sentido, Rodney comparte mucho con Mao en sus mejores momentos. Mao tampoco abrazó la posición idealista que rechaza el concepto de que revolución y desarrollo ocurren en etapas. Sin embargo, Mao también comprendía que el desarrollo no siempre encajaba en esa camisa de fuerza lineal. Mao era consciente de que la construcción del socialismo en el Tercer Mundo significaba tomar un camino que no se correspondía exactamente con el esquema que Marx predijo para Europa. Mao construyó sobre la base del concepto leninista de que el imperialismo realmente había cambiado el juego en todo el mundo. Los imperialistas impusieron una configuración a China que los maoístas denominan de varias maneras, dependiendo del aspecto que quieran enfatizar, “colonialismo” o “semi-colonialismo”, “semi-feudalismo”, “capitalismo comprador” y “capitalismo burocrático”. Estos son los términos que los maoístas han usado para describir el subdesarrollo que le ha sido impuesto al “campo global”, al Tercer Mundo. Mao observó que el imperialismo alteraba el modo de producción, el desarrollo político y la vida cultural de los países explotados para peor. Los imperialistas a menudo forman alianzas con los segmentos más atrasados de las poblaciones indígenas, los capitalistas compradores y los feudalistas. En algunos casos, el colonialismo incluso impone instituciones feudales junto al capitalismo como ocurre en partes de Latinoamérica. Así se entiende que el imperialismo no desarrolla los países pobres, sino que los subdesarrolla. El imperialismo es absolutamente reaccionario. Esa es la razón por la cual Lenin caracterizó al imperialismo como el más elevado y último estadio del capitalismo.
 El capitalismo ya no era una fuerza progresiva en el mundo. Por ese motivo, Lenin le llamó moribundo y decadente. La respuesta que Mao dio a esto fue encontrar otra vía al socialismo. Mao unió a todas las clases populares bajo el liderazgo proletario comunista en una guerra popular contra las dos montañas del imperialismo y del feudalismo, por la Nueva Democracia y por la liberación nacional. Esto puso las bases de la revolución socialista. La teoría de Mao de la Nueva Democracia propone una secuencia de desarrollo diferente a la tradicional centrada en Europa. Este fue uno de los grandes logros teóricos de Mao. Fueron Chen Boda y Lin Biao quienes universalizaron este aspecto del trabajo de Mao. La vía de Mao no procuraba el socialismo solo para China, por el contrario, las contribuciones de Mao se aplicaron más allá de China.

Mao, a veces, desafiaba el modelo metafísico y teleológico general. En sus mejores momentos, los maoístas en China entendieron que no había nada inevitable en lo que toca a la evolución social o el progreso hacia la revolución social. La idea, frecuente dentro de la tradición revolucionaria, de que la victoria del proletariado es inevitable, en consecuencia de una ley de la historia, es una hipérbole metafísica y teleológica. Stalin, a pesar de sus logros muy reales y prácticos, afirmó una vez que el proletariado conduciría eventualmente el barco hasta la costa del socialismo incluso sin el liderazgo comunista. Este tipo de afirmaciones son expresión de una idea del progreso y la revolución excesivamente teleológica y metafísica. Mao reconoció que todo desarrollo social es transicional, pero de un modo diferente. Mao no veía el socialismo como un asunto estático. Mao decía que no hay nada peor que una laguna estancada. Ni tampoco Mao consideraba que el socialismo marchase apaciblemente hacia el comunismo. Mao entendía que el socialismo solo podía ser comprendido como una sociedad en transición, que fluye llena de violentas rupturas, de choques a vida o muerte y de contradicciones antagónicas. “Nunca olvidéis la lucha de clases”, advirtió Mao durante la Revolución Cultural. A causa de la naturaleza transicional del socialismo, de las desigualdades en poder que todavía perviven y de la cultura reaccionaria que todavía alienta, surge una nueva burguesía dentro del Partido Comunista y del Estado. Esta nueva clase busca restaurar el capitalismo. De ese modo, la lucha de clases todavía existe en el socialismo. La contrarrevolución constituye siempre una amenaza. El socialismo no se transforma inevitablemente en comunismo. Antes bien, el socialismo puede sufrir una transformación regresiva hacia el capitalismo. No hay ninguna seguridad de que la victoria se vaya a producir de manera inevitable. El proletariado podría remar en el barco de Stalin describiendo círculos hasta el fin de los tiempos. He aquí una razón que explica por qué el liderazgo científico es clave. Este es el motivo por el que los maoístas enfatizaron el aspecto subjetivo de la lucha. Esa es la razón por la que Lin Biao blandió el eslogan “La política al mando” como parte de su campaña de los Cuatro Principios alrededor de 1959. Posteriormente, el eslogan sufrió una transformación: “Pensamiento Mao Zedong al mando”

La ciencia aprende. Incluso aunque el socialismo haya sido abatido en todas partes, el conocimiento de esa experiencia sobrevive en forma de ciencia revolucionaria en su estadio más elevado. Aun cuando hemos perdido la Unión Soviética, China y otros experimentos progresivos, el Maoísmo Tercermundismo atesora la lecciones de la experiencia revolucionaria del último siglo. La próxima vez que tomemos el poder, el proletariado será capaz de avanzar más lejos hacia el comunismo. Esta es una razón importante para luchar contra el revisionismo, especialmente contra el primermundismo. Las dos últimas oleadas revolucionarias fueron derrotadas. La revolución bolchevique fue vencida en la década de los 50 y la revolución maoísta en China corrió la misma suerte en la década de los 70. Nos encontramos en la misma situación que Lenin antes de 1917. No hay Estados socialistas. Nos hallamos ante la próxima oleada de la revolución. Necesitamos continuar el avance de las Luces Guiadoras. Para ello necesitamos formar al pueblo en el marxismo verdadero. Obras como las de Rodney son muy avanzadas, incluso para los parámetros vigentes hoy en día. Es necesario popularizarlas nuevamente como parte de esta lucha. De ese modo también pondremos al “Maoísmo Tercermundismo al mando”.

Fuentes:

Rodney Walter. “How Europe underdeveloped Africa”(Cómo Europa subdesarrolló África). Washington, D.C ; Harvard University Press, 1981.